27/1/11

Con chacras y a lo loco

Tengo los chacras patas arriba. Y es que a veces los cafés con tu amiga experta en Reiki (gracias Wikipedia, me sacas de un montón de dudas ortográficas y espirituales) tienen sus efectos secundarios.  Algunos positivos como 1. Averiguar que es un chacra, 2. Comprobar que los tengo todos abiertos ,3. Confirmar lo que mi madre, mis amigos y mis compañeros de trabajo ya sabían y sufrían: que tengo energía para parar un tren y causar dolor de cabeza a toda la humanidad. Y otros negativos como confirmar, que no, en el 2011 tampoco encontraré a Prince Charming.
Mis chacras antes de la premonicion
Y la verdad, pese a que yo no le pongo mucho interés al casting reconozco que: estoy cansada de montar yo sola todos mis muebles de Ikea; cuando miro mi caja de herramientas me asaltan serias dudas no sólo sobre cómo usar el contenido sino sobre la razón por la que estoy investigándolo; me aterran los enchufes, usarlos y arreglarlos (curiosamente soy super apañada para estropearlos); mi coche es un misterio aunque mis grandes avances de los últimos 12 meses me han permitido rellenar el agua del limpia con éxito; sigo necesitando alguien que me ayude con mis maletas, mis compras y demás maquinaria pesada, incluyendo mi cargamento de zapatos;  me paso las horas hablando por teléfono porque las paredes de mi casa no me siguen las conversaciones; a veces necesito un hombro para llorar y a veces necesito que alguien me haga los coros riéndome y para remate, el invierno es muy largo, las noches son muy frías y yo estoy cansada de dormir con calcetines de esquiar. Sobre todo desde que descubrí que el segundo par del pack que compre no lleva los copos de nieve rosa palo a juego con mi aura sino que son negros como el carbón, sin un triste lacito para que los dedos de mis pies se vayan a dormir sintiéndose super coquetuelos.
Mis chacras despues de, poniendo velas negras
Así que pese a mi energía positiva, mi buena onda y lo conectada que me sentía con el cielo tras descubrir a que huelen las nubes, con la respuesta tajante del llamador de ángeles, se me cerraron los chacras del susto. Y así siguen, enfadados y no respiran.

25/1/11

Lost in translation

De todos los ‘false friends’ que me enseñaron en el cole que podía encontrarme en inglés, se les olvidó uno: banana. Y es que, palabra versátil donde las haya, ha generado una de las situaciones más absurdas de mi vida.
Cuando una se muda a Londres, con las almohadas de Ikea en el maletero (con el tiempo descubres que hay también almohadas de espuma con memoria que tienen la ventaja indiscutible de no dañarte irreversiblemente ninguna vertebra)  y un vocabulario ‘excelente’ se da cuenta de que le cuesta aproximadamente tres semanas pillar el ‘Do you want any bags?’ en el super o mi favorita ‘Club card’ (de Tesco, no de clubs privados, que empezamos a fantasear y perdemos el hilo) pero mantiene la esperanza de hablar como la reina madre en 6 meses.
Un año después, ya entiendes ‘ Tesco Club card’, ‘Nectar card’, ‘Boots card’ y cualquier otro sistema de recompensa que incluya descuentos en cosméticos. Entre medias, el ‘lost in translation’ a veces se transforma en ‘lost without solution’ (traducción libre, of course). Y ahí es donde yo me posiciono porque si no:
·         ¿Cómo es posible que no sea capaz de hacer repetir a alguien su nombre solo porque no quiero reconocer que no fui al cole el día que dieron la lección de ‘nombres indios comunes’?
·         ¿Cómo es posible que me pasase días intentando descifrar el de la nueva chica de tele sales pese a que se pasa 8 horas al día llamando por teléfono y presentándose a nuevos clientes?
·         ¿Cómo llegue yo a la conclusión de que se llamaba nada menos que  Banana?
·         ¿Cómo conseguí auto convencerme de que la conclusión era correcta por muy indio que fuese el nombre?
·         ¿Y como conseguí de un total de 5 letras del nombre real contra 6 de banana acertar solo una? Solo lo habría hecho peor si mi único acierto hubiese sido donde tiene la tilde.
Quien me iba a mi a decir que este no era el nombre de mi compi

Aun así tengo que agradecer:
·         Al cielo que no tuviese que presentársela a nadie. Imagínate llamarla Banana en público por mi bien que sonase dentro de mi cabeza;
·         A la secretaria por mandarnos la lista actualizada de empleados y sacarme de la oscuridad;  
·         A los ingleses por ser tan cosmopolitas y considerar como tal, nombres que definitivamente no entran en mi cabeza o por lo menos no por los oídos;
·         Y a mi madre, por su paciencia.

23/1/11

Guia en 5 pasos para subirse a un deportivo

Uno de los momentos más tensos en la vida de toda mujer es subirse al coche de un nuevo galán. Al fin y al cabo, nuestro coche ya lo conocemos y, si nos subimos saliendo del Tesco 24 horas a las 12 de la noche como un hipopótamo, los únicos damnificados son los secuestradores potenciales que, como todas sabemos andan merodeando por todos los parkings, esperando que, pese a nuestro look anti lujuria, nos subamos al coche como princesas convirtiéndonos en victimas ideales. Pobres ilusos.
Sin embargo, estudios científicos llevados a cabo en mi casa por sesudas estudiosas, con un trozo de tarta en una mano y una copa de vino en la otra, demuestran que en un 80% de los casos cuando llega el momento de dejar al hipopótamo en casa y sacar a la princesa, la usuaria media se encuentra con uno un reto adicional: la puerta del coche esta exactamente a la misma altura que su tacón. O lo que es lo mismo: toca subirse al deportivo porque ya has aceptado la invitación.
Como múltiples experimentos confirman, salvo que se conozca en detalle la técnica, intentos espontáneos de subirse al coche con dignidad siempre acaban en tragedia: bien cayendo de culo dentro del coche (con el propietario mirando de reojo mientras tú ves como el mensaje para volver a quedar se aleja en el horizonte) o subiendo de forma comedida para darte cuenta justo al terminar de que te has dejado una o dos piernas fuera y no tienes ni idea de cómo meterlas.
Con este fin, el grupo de trabajo ha editado una guía en 5 pasos para subirse a un deportivo con dignidad:
1.       Acepta cuanto antes que, si, es un deportivo, no un coche bajito y aplica el paso 2.
2.       Deja caer algo al suelo y finge que por alguna razón crucial no puedes agacharte tu (se te ha roto la cadera en el último momento o en su defecto desconchado una uña). Pon atención a que el objeto elegido no sea ninguna parte de tu cuerpo, incluido tu bolso, y en no dejarlo caer en un charco, porque no quieres poner a prueba la caballerosidad de tu cita justo cuando no tienes ninguna otra forma de volver a casa.
Cuidado con el objeto que dejas caer
3.       Mientras el caballero se agacha a recogerlo, lanza al hipopótamo en ti dentro del coche tan rápido como sea posible, asegurándote de que no te dejas ni brazos ni piernas ni cabeza fuera (la única cabeza que queda mona fuera del coche es la de Lassie) y de que para cuando él termine de recoger lo que tiraste, tu estas dignamente sentada retocándote los labios.
4.       Sonríe y elogia el coche y lo cómodo que es. Mejor no hagas mención a lo confortable que es subirse porque igual se te pone cara de limón. Discretamente comprueba el estado de tus tobillos y masajéalos si es necesario.
5.       Empieza a pensar cómo salir de ahí sin tener que pedirle que te empuje para coger impulso.

19/1/11

Quiet zone y otros lujos asiaticos

Reconozco que esta mañana cuando me he subido en el tren me he sentido aliviada. Haber reservado un asiento en  ‘quiet zone’ me ofrecía ese confort que solo alcanzas cuando:
1.       Sabes que no habrá reporteros dicharacheros entrevistando a alguien para alguna elección de algún sitio que yo ni conozco ni probablemente quiero conocer.
2.       Te confirman que no encontrarás personas que utilizan el móvil a un volumen que hace innecesario su uso (si el móvil tiene micrófono, ¿por que nos empeñamos en hablar a pleno pulmón?).
3.       Tienes la garantía de que no habrá niños, porque, no sé si soy yo la única, pero me da la impresión que el volumen de los niños es directamente proporcional a lo que a ti te molestan. Para mí son siempre dolby surround.
4.       Si alguien ejecuta test a tu sistema nervioso, fingiendo que dobla y redobla una bolsa de plástico  o que busca algo en sus profundidades puedes pitar penalti y expulsión.
Y la verdad es que todo iba muy bien hasta que empecé a oír ese ruido de fondo… cada vez más cerca, cada vez más frecuente… ¿Qué era ese sonido tan familiar? ¿Tan húmedo? Tan… ¿ Eran besos??? Con los ojos fuera de las órbitas  y tan iracunda como cuando pago Speedy Boarding con EasyJet para descubrir que ese día no les apetece seguir el procedimiento y tengo que hacer cola , busque a la feliz parejita. Y si, ahí estaban, felices como regalices destruyendo  mi paz interior.

Por seguridad mundial, prohibido besarse delante de Lara Jones

Me sentí Sara Montiel en su momento ‘qué invento es este’, Fernando Fernán Gómez en ‘A la Mierda’, y Jannete en ‘Por que NO te vas’. Me habría gustado sentirme Norma Duval en ‘Agradecida y Emocionada’ pero decidí dejarlo para otro día porque la situación definitivamente no requería ni plumas ni lentejuelas.
Y empecé a buscar: un botón para bloquearlos, otro para bajar el volumen y otro para meterlos en la carpeta de correo no deseado y luego eliminarlos sin echarlos ni un vistazo, con risitas ahogadas y sintiéndome tan traviesa que incluso note salir  un moño manga a cada lado de la cabeza. Hasta podía sentir los mini-shorts y los calcetines hasta la rodilla.
Lamentablemente solo encontré un letrero que pedía no utilizar el móvil. ¿Habría un policía cerca para leerles sus derechos? Definitivamente, aquello era un acto criminal incluso fuera de ‘quiet zone’. Eran las 8 de la mañana, estaba oscuro fuera, hacia frio y yo todavía no me había tomado mi primer café y ahí estaban ellos más despiertos que cualquier otro en el vagón y haciendo gala de felicidad. ¿ Eso no es denunciable?
Así que para mi próxima vez en tren he decidido irme a los vagones ruidosos por sí:
1.       Encuentro al político entrevistado y puedo convencerle de que haga las reformas necesarias para prohibir besos húmedos en zonas públicas a horas que ponen en peligro la estabilidad mental del resto.
2.       Agradezco a los que hablan por el móvil que cumplan las reglas y lo hagan en las zonas designadas.
3.       Me hago amiga de algún niño o en su defecto descubro como neutralizarlos con venenos que no dejen huella.
4.       Ayudo a alguien a doblar su bolsa y con eso contrarresto todos los puntos perdidos para ir al cielo por los malos pensamientos sobre mi vecino.

17/1/11

Mis cuerpos ex-favoritos

Estoy absolutamente anonadada. Un amigo ha sugerido que me gusta ‘Man & Van Removals’. Si bien es cierto que el Man & Van y todo el gremio de fontaneros y electricistas son una gran fuente de inspiración para conversaciones inapropiadas en entornos todavía más inapropiados y, que cada mudanza lleva asociado un Man & Van y un levantamiento de ceja de tus compañeros de trabajo masculinos (fundamentalmente porque las mujeres somos más realistas y sabemos que el chico de Coca Cola fue creado para el anuncio y destruido inmediatamente después), de ahí a considerar que ‘Me gustan’ y sobre todo, compartirlo con el mundo, hay un paso.
El único colectivo por el que habría estado dispuesta hace algún tiempo a decirle al mundo que me encantaban fue el cuerpo de bomberos. Por aquel entonces, mientras la chica de seguridad en oficinas daba su discurso sobre evacuar rápido, yo escrutinaba todos los espacios para fingir que estaba desvanecida y ser rescatada por alguno o varios de sus miembros y más en particular, por varios de sus brazos.
Sin embargo, la fantasía terminó el día del simulacro. Todo estaba a mi favor para convencerme de que mi plan de ser rescatada era mejor que auto-evacuarme: mi sitio lejos de la salida de incendios, tenia bajar 6 plantas por unas escaleras diseñadas especialmente para destruir mis stilettos y mi glamour (¿quién quiere sobrevivir a tamaña desgracia?) y cruzar un puente que remataria la faena de las escaleras. Como una buena chica, corretee por la planta, baje de puntillas y pase el puente casi gateando a velocidad de escaparate para mortificación de la chica de facilities que estaba cronometrando tiempos (si ella tenía prisa, yo desde luego no).
Cuando por fin llegue al punto de encuentro, que estaba colocado estratégicamente para que fuésemos rodeados por el fuego en un caso real, resetee mi cabeza y me puse a buscar a la muestra de cómo serian mis rescatadores. Lamentablemente, ante mí, lejos de estar el chico de Cola Cola restaurado estaba un señor que podría ser mi padre, con un casco que mi padre no se pondría y ¿era eso un palillo entre los dientes?
El bombero mas guapo que he visto ultimamente

Y fue en ese momento cuando tome la decisión: no dejaría que nadie de semejante guisa me rescatase. Así que para la siguiente evacuación de prueba media hora después (porque lo habíamos hecho tan mal que no habría habido supervivientes si hubiese sido real), no solo baje las escaleras de puntillas sin rechistar sino que cruce el puente en pleno sprint y llegue la primera, no tanto para asegurarme de no tener que repetirlo sino para asegurarme de que en un caso real yo no sólo sobreviviría sino que lo haría sin tenerle que guardar a nadie en el bolso el pack de palillos chupados.

12/1/11

Lara Potter-Jones

La primera vez que leí Harry Potter pensé que estaba basado en el siglo XVIII. Cuando vi la peli, pese a la maniobra distractora de los estilismos de sus tíos que parecen de otra galaxia, me quedó aproximadamente claro que como mucho eran los 50. Y hoy tengo que confirmar que Harry Potter está basado en la actualidad.
¿Cómo lo sé? Porque he estado al lado de su tienda de libros y, posiblemente, İ en la misma tasca! Por increíble que parezca, seguir a mis compañeros de trabajo para unas drinks funcionó como un hechizo para sacarme del mundo muggle y meterme en el mundo mágico. Una puertecilla en una calle de la city que parecía pedir santo, seña y derecho de pernada y ahí estábamos, en un callejón que nos llevó a un pub del siglo XV.
Por muy incrédula que yo sea con las placas conmemorativas que compras con efecto envejecido y telarañas incluidas en la tienda de azulejos de la esquina, en el estante de Porcelanosa, arriba a la derecha, doy fe que no sólo el bar sino las puertas, las ventanas, los vasos y la alfombra tenían por lo menos los 500 años que declaraban. Los ácaros, debido a su considerablemente más corto ciclo de vida, eran bastante más jóvenes y pese a eso se estaban dando al botox con devoción, como claramente me susurraron ellos mismos al oído. Había tantos que alguno tenía que hablarme…
Acaros: esos grandes conversadores
Lo mejor de estos sitios con solera es que mientras tu discretamente pasas una servilleta por todo lo que tocas para evitar quedarte pegada (me aterra pensar que la porquería milenaria no es soluble en agua e igual no me pueden despegar) a la chupipandi inglesa se le ilumina la cara; no se sabe si porque esperan que Bella, la de la bella y la bestia aparezca en cualquier momento, que no me extrañaría porque hace juego perfectamente con el decorado, o porque los ácaros les están dando mejor conversación que a mí.
Por mi parte, yo miro con temor, no sólo por si aparece Bestia o me quedo pegada y paso a ser parte de la decoración sino porque la gente alrededor tienen exactamente la misma edad que el pub y mucho me temo que posiblemente son amigos de el_que_no_debe_ser_mencionado y, o acabo cazando unicornios, o siendo perseguida en una escoba por el eje del mal, o, lo que es mucho peor, las paredes se cierran y no puedo encontrar el ladrillo que tengo que girar para volver al mundo muggle.

10/1/11

Volver, volver, volver... a la autoescuela

Después de once años conduciendo del derecho (España) y del revés (Inglaterra) con mi coche español he tenido que volver a la autoescuela. Tardé en tomar la decisión aproximadamente una hora desde que salí del concesionario en Londres. Y es que al término de ese periodo de tiempo, no sólo el espejo izquierdo estaba colgando de un hilo (literalmente) sino que yo había customizado el Think Big ingles y me había estrellado contra un autobús (turismos a mi...).

Después de llamar al seguro para pasar un parte en la primera hora asegurada con ellos, con un coche con un kilometraje total de 8 millas y a una velocidad de 10 millas a la hora (estoy casi segura de que me han puesto en el tablón de anuncios y, de momento, el angelito que me cogió el teléfono se ha ganado el bote acumulado al golpe más tonto reportado), me dispuse a buscar autoescuela.


London, alla voy!
Como una es desconfiada por naturaleza, no solo hice spam a todos mis amigos con el número del instructor para que peinasen la zona con un cepillo de dientes si desaparecía sino que además me vestí con mi look abuelita_dime_tu, que tiene el efecto No_me_mires de la canción Maquillaje de Mecano.

Como suele ocurrir cada vez que sales de casa hecha unos zorros, el chico no estaba nada mal. Pero como lo importante era dejar de seguir la línea de puntos (conducción al estilo español) y empezar a jugar al tetris (busca el hueco para meter tu coche que si no te atropella el autobús y tienes que hacer una provisión semanal para reparar tus espejos), enseguida perdió toda mi atención.

Y la verdad es que todo iba muy bien hasta que me encontré hecha un sándwich entre dos ciclistas en una calle en al que no había Tetris que valiese. En mitad del ataque de pánico imaginándome recogiéndolos del suelo con cucharita, vinieron a animar la fiesta dos coches más tamaño familiar (con patatas y bebidas). Y ahí me encontré yo con cara de gatito estreñido mirando a mi instructor diciendo ¿Y ahora qué? Menos mal que  no me contesto ¿qué de qué? Porque creo que me habría puesto a llorarse en alguno de todos esos músculos que iba enseñando.

Así que después de más de una década de carnet en la que sólo admito un accidente con un autobús (juro que previamente mis objetivos han sido todos más pequeños) me vi aguantando un rapapolvo al estilo inglés. Y la verdad es que sólo una observación: prefiero los de mi madre gritando y blandiendo la zapatilla al aire. Las regañinas susurrando son muchísimo peores.

8/1/11

No soy una ONG, soy una OMG!

Siempre me he preguntado, cuando he dicho ‘No soy una ONG’, qué soy entonces partiendo de un corazón tan noble como el mío, aunque siga escasa de buenos pensamientos (Queridos Reyes Magos: ¿No leísteis mi blog con mi carta para vosotros? ¿O es que con los recortes presupuestarios solo sois dos y no os dio tiempo? Por favor, dadme máxima prioridad, os espero con una tarta de chocolate, una copita de orujo y agua para los camellos. Ademas, vivo en un primero).
Gracias a la alineación de las estrellas y, posiblemente, a alguna huelga encubierta en BT, he descubierto mi verdadera vocación. Y es que no hay nada como quedarse sin Internet. Porque, ¿cómo miro mi cuenta del banco? ¿Cómo me aseguro de la paz mundial sin Facebook? ¿Cómo llamo a mis padres sin Skype? ¿Con un yogur y un hilo? ¿O utilizo una lata de Pringles? O mejor, ¿a gritos? Aunque pensándolo bien, teniendo en cuenta cómo funciona el invento la situación no dista mucho.
Y sobre todo, ¿qué ocurre si hoy es el día en que Prince Charming decide hacer acto de presencia y yo no le puedo responder al correo? Oh My God. Y ¿si es un Prince Charming laboral en forma de súper oferta con fecha de caducidad? Oh My God, Oh My God. ¿Cómo reviso yo ahora los tutoriales  en YouTube para rizarse el pelo sin quemarse los pulgares? Al fin y al cabo, la evolución tardo millones de años en dárnoslos y, si yo no mejoro mis habilidades, voy a tardar unos tres minutos en eliminarlos. Oh My God, Oh My God, Oh My God.
Espiritu OMG

Tengo que decir que en un segundo mi vida pasó por delante: estaba sin amigos (ni Facebook), sin familia (ni Skype), sin dinero (ni Internet Banking), sin Prince Charming (ni Hotmail), sin un trabajo mejor (ni Jobsite), sin rizos ni pulgares (ni YouTube). Oh My God a la sexta potencia.
Y ¿qué podía hacer ante tamaña desgracia? Irme a dormir, no sólo porque el beauty sleep tiene un montón de ventajas notables al día siguiente sino porque esconderme debajo de las sábanas parecía la mejor estrategia para arreglar el router, por mucho que los departamentos técnicos se empeñen en fingir que ellos puede hacerlos funcionar de nuevo con un par de hechizos incomprensibles escritos en una pantalla negra horrorosa que solo ellos soportan. Era un viernes a las 9.30. Oh My God!!!.
Y aquí estoy, al día siguiente de este tsunami en mi vida reportando dos grandes éxitos: Irme a dormir arregló el router y aunque no soy una ONG sí que soy una chica OMG (Oh My God).

5/1/11

Queridos Reyes Magos

Pese a lo que mucha gente puede pensar, lo que más miedo me da de Londres no son ni los ratoncitos Jones y los zorros (y eso que la mitad de mi ejercicio semanal proviene de huir despavorida cuando veo uno). Lo que más miedo me da de Londres es mi vecino.
Lejos de ser el vecino de las películas americanas sacado de un anuncio de perfume, el mío es más bien como Paco Martínez Soria pero con acento británico y esta curiosa costumbre de pasar el aspirador desde el rellano, con el culo en pompa en calzoncillos blancos hasta la rodilla, camiseta interior de Ferrys a juego, bien metidita por dentro, por si se le enfrían los riñones, y calcetines negros, para poner a prueba mi resistencia a los fallos cardiacos.
Paco Martinez Soria o el clon de mi vecino londinense

Y como se siente orgulloso de lo limpia que tiene su casita, casi como la ratita presumida pero sin lazo y sin pretendientes, cuando le pillas de esta guisa no solo no se esconde, como los ratoncitos Jones, sino que decide que es el momento de satisfacer su necesidad de ‘Be Heard’, tal y como apunta mi coach favorita, Talane Miedaner, y darme palique.
Aunque a estas alturas ya he superado la tentación de girar el cuello 180 grados en dirección contraria cuando me habla (fundamentalmente porque la tortícolis si es muy frecuente se vuelve incómoda), a veces me sigue pareciendo que soy protagonista de una scary movie. Un ejemplo fantástico fue cuando, vestido esta vez de pies a cabeza aunque sospecho que con la camiseta metida por los calzoncillos como de costumbre, me pregunto cuando me iba de vacaciones de Navidad. Aunque sospeche que posiblemente no era para robarme mi ropa interior que de media es un 90% más pequeña por pieza para regocijo de Frenadol, no pude evitar imaginarme un saqueo, posiblemente a mi colección de zapatos que seguro que ya ha fichado algún par por mucho que yo salga de casa pegada a las paredes como la pantera rosa para que no me vea por la mirilla.
Lo peor no fue cuando me fui aterrada con la imagen mental de él probándose mis zapatos rojos de ante. Lo peor fue volver y encontrar todo mi correo a la puerta de mi casa. İMe había preguntado cuando me iba para recoger mi correo y ponerlo en un lugar seguro!
Queridos Reyes Magos: ya sé que no he sido muy buena este año y a las pruebas me remito. Pero como necesito ayuda, me gustaría que me trajeseis unos cuantos buenos pensamientos porque en el fondo, por muy friolera que yo sea, no me gustaría arder en el infierno. Si tenéis mucha gente en mi situación, que creo que sí, me puedo apañar con un par de libros de autoayuda.
İ Feliz noche de reyes!

3/1/11

El ratoncito Jones

Reconozco que los ratoncitos siempre me han inspirado ternura. Adoraba verlos en los libros de animales, en los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, en las pajarerías... ahora el día que vi uno corriendo por mi salón, todo atisbo de ternura se desvaneció a la velocidad de crucero de mi nuevo inquilino.

Primero, porque ya convivo con un número suficiente de inquilinos de múltiples patas de colores variados, normalmente adornados con alas y antenas (como campanilla pero sin ese toque de encanto que evita que les eches Cucal); segundo porque ya tengo suficientes animales de dos patas intentando entrar en mi casa (que parezco la policía fronteriza intentando que no se me cuelen ilegales) y por ultimo porque, ¿dónde han estado esas cuatro patas que se mueven tan deprisa antes? De acuerdo con esa fuente de sabiduría inagotable llamada madre, probablemente encima de mis platos bailando un rock & roll justo después de haber andado descalzo por esos mundos inmundos de Dios. Yo personalmente creo que entre el rock & roll y la media hora de jogging por mi salón, el ratón se pego una ducha y se echo mi mascarilla Critical Repair, que definitivamente le deja el pelo más brillante a él que a mí.

En cualquier caso, desde que le vi por primera vez, sólo tengo un objetivo en mente: convencerle para que se mude a casa del vecino. Y eso que a estas alturas he intentado ser persuadida por mis compañeros de trabajo que atesoran una sospechosa cantidad de información por cabeza sobre como matar ratones y por un empleado de B&Q que gentilmente me sugirió comprar una trampa reutilizable (fingiré que no he captado la indirecta de que esto no es una ocasión especial sino una versión de prueba de lo que se avecina).
Ratoncito, super tierno hasta que lo ves corriendo por tu alfombra


Y es que, pese a mis flirteos con métodos agresivos de convicción (compre una trampa opaca que encierra al ratón pero no lo mata porque Harry Potter me enseño que pueden gritar durante el trance y entonces igual la que se muere soy yo) que se resumen en un total de cero ratones cazados (oportunidad de oro perdida para entender por qué los gatos ronronean) y dos horas de auto-humillación en privado, he sucumbido a los repelentes de ratones con ultrasonidos. Tan limpios, tan enchufables, tan poco contacto directo requerido con el roedor vivo o muerto... Es que son todo ventajas.

Y por el momento, tengo que decir que he recobrado mi dignidad (nada de gritos  las 8 de la mañana en mitad de un ataque de histeria), el sueño (días y días pensando que igual abría el ojo y me encontraba al ratón leyendo el periódico a mi lado) y me he reconciliado con mis valores (nada de matar animales, especialmente si luego la que se tiene que deshacer del cadáver soy yo). Lo dicho, hagamos la guerra con el repelente y no les demos amor, o algo parecido que decían los hippies.

1/1/11

Y me dieron las uvas

Las uvas ya no son lo que eran. No solo porque ahora se utilicen hasta los relojes Swatch auto recargables para dar las campanadas por televisión sino porque alguien decidió que en nuestro camino al progreso debíamos aplicar metodologías Six Sigma y procesos perfectos que han terminado con los mayores placeres del cambio de año.
Porque, ¿quién no echa de menos liarse con el carillón, empezar a comer las uvas con los cuartos, tomarse un descanso en la tercera campanada para recuperar el ritmo y acabar protagonizando un momento hámster muerto de risa incluidas palmaditas en la espalda para evitar muerte súbita por atragantamiento?
Pero no, ahora las presentadoras versión secretaria cachonda te explican el procedimiento como si te faltasen dos aclarados y un centrifugado y MasterCard paga el equivalente para sacar a África del hambre para que su logotipo te indique cuando comerte las uvas por si aparte de los aclarados y centrifugados te falta media hora de horno. Y encima, ni siquiera me queda el consuelo me meter uvas gigantes en el plato de mi hermana porque ahora salen de una lata no solo almibaradas, sin piel ni pepitas sino raquíticas supongo que como parte de un acuerdo con el Ministerio de Sanidad que ya tiene bastante con el garrafón de Nochevieja como para atender disputas familiares enmascaradas con uvas asesinas.
Así que al año nuevo, aparte de salud, amor y cantidades ingentes de dinero le pido que me devuelvan las campanadas torpes de TVE1 en los ochenta, las uvas tamaño mandarina, el reloj de la puerta del sol, mi atragantamiento anual y si a 2011 le sobra talento, la Bruja Averías con la gran Alaska que aunque no tiene nada que ver con la navidad también la echo de menos.

Uvas 2011: Sara Carbonero, Pilar Rubio y Marta Fdez