Si hay algo en lo que nunca pense que me convertiría es en una abuela_cebolleta. Pero me subí a un tren de larga distancia hace unos días. Tengo que aclarar que no por equivocación o por vivir al límite, más bien por trabajo. El caso es que cuando por fin encontré mi asiento, dos caderazos y un par de codazos después, aterrice en la mesa de una familia, cada uno con un juguete ‘i’ diferente (iPod, iPad, iPhone, i-lo que sea) y una señal invisible en la frente de ‘do not disturb’. El único momento en el que se comunicaron fue cuando el tren empezó a andar, aproximadamente 3 segundos de miradas excitadas, y vuelta a sus ‘is’ y lo que sigue.
Y de un plumazo aterrice en Santander, los 80, el ‘gran viaje’ de vacaciones a casa de mis abuelos, con mis primos todos de mi misma edad y nuestros métodos de entretenimiento familiar durante los traslados en coche. ¿Que hacíamos antes de los ‘i’s y lo que sigue, kindles, DVDs y demás?
Pues aquí va la respuesta para todos los que se saltasen la década de ‘Alaska y los pegamoides’, Hombres G en sus años mozos, los teléfonos de ruleta, los casetes y los coches sin cinturón de seguridad en el asiento de atrás:
v Cantar – Y cantábamos mucho y mal todos los grandes éxitos de los 3 últimos siglos: ‘Vamos de excursión’, ‘Vamos a contar mentiras’, ‘Susanita tiene un ratón’, ‘Hola Don Pepito’, ‘Que es un coconut’ y justo cuando mi madre iba a empezar con la ‘Gallina Coco Guagua ‘ (de Enrique y Ana) empezábamos de nuevo porque a mí la historia de una gallina abandonada por su mama me ponía muy melodramática.
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Es o no es mona la carretera? |
v Contar los coches de un color. El color era lo de menos, pero como en esos años no había plateados, dorados y, en general, muchos metalizados nos limitábamos a coches blancos y rojos. Normalmente alrededor del coche 120 de un determinado color nos perdíamos y volvíamos a empezar. O si nos llevaban a todos los primos en el asiento de atrás (porque no había cinturón y, en muchos casos ,tampoco sentido común) discutíamos por quien llevaba la cuenta más exacta o quien se había saltado un coche.
v Contar los tacos que decía mi padre o mis tíos mientras conducían. No solo porque los hombres eran muy prolíficos (llegamos a contar 30 en aproximadamente 20 minutos un día) sino porque las mujeres se dedicaban a ir apaciblemente mirando el paisaje fingiendo que no nos escuchaban contar y que no les parecía mal el despliegue de herejías. Lo que habríamos dado por un pase privado de la reprimenda a nuestros padres por mal hablados.
v Vomitar. Yo por lo menos. Y no es que fuera un entretenimiento en sí, pero es que el desfiladero de la Hermida era mucho desfiladero (y lo sigue siendo) y, bueno, no es glamouroso, pero era parte del viaje y del momento familiar: ‘abre la ventanilla que la niña se marea, ve un poco más despacio, creo que vamos a tener que parar, paraaaaaaaaaaaaa’...
v Jugar a Veo Veo o a la Oca imantada. La distracción duraba solo un ratito porque con esta España tan colorida las palabras ‘árbol’, ‘carretera’, ‘montaña’, ‘cielo’ y ‘águila’, no estiraban para más de 5 km de los 500 que había que hacer. Y la Oca, pues es la Oca, con la ventaja o la desventaja de que las fichas nunca se te caían.
v Y por supuesto, no podía falta el ‘cuando llegamos?’, empezando por el semáforo de la esquina de casa y diciendo el ultimo en la esquina de casa de mi abuela. Un total de unos 2 millones de veces por trayecto solo interrumpido por el conteo de coches rojos hasta 120 (porque los descansos hay que aprovecharlos para sacar información productiva, of course).
Asi que tanto como me gusta el Whatsapp y reconozco que miedo me da la crisis de ansiedad que se puede desencadenar si mi portátil esta desaparecido en batalla, no puedo evitar echar de menos esos días en los que se vivía sin móvil y no pasaba nada, veíamos menos películas que nunca y éramos felices como regalices llenando el tiempo con juegos inventados con presupuesto cero. ¿Soy yo la unica nostalgica?
Lara Jones