Lo bueno de tener ideas de bombero no es solo que te entretienes un montón sola ejecutando o accidentándote, es que la vida se vuelve excitante en un abrir y cerrar de ojos. Lo malo es que Dios nos cría y nosotras nos juntamos, así que las comidas tranquilas de chicas pueden acabar de cualquier forma. O en particular, yéndonos a nuestra primera clase de squash.
Y es que el domingo, mi amiga, llamémosla Torbellino, vino a comer a mi casa. Después de mencionar las clases de squash unas 200 veces en 10 minutos y llamar a la recepcionista del club por su nombre (signo inequívoco de la premeditación y alevosía que yo decidí ignorar), me desveló que venía super preparada para la batalla y que, en su maxi bolso, que parecía de adorno, en realidad traía todo el equipo.
Asi que, cuando deberíamos habernos tumbado en mitad de la carretera a hacer la digestión como todas las boas de nuestra especie hacen después de comer un asado y una tarta entera entre dos (para calmar las aguas, tengo que decir en nuestra defensa que no era de chocolate), nos pusimos nuestras mallas capri, las zapatillas y nos fuimos a coger una raqueta por primera vez en nuestra vida. Lo cual es tan peligroso como suena.
Porque dar a dos mujeres indigestas esas armas solo puede acabar como acabó: por el pasillo hacia las canchas yo ya me lleve un raquetazo y eso que no nos íbamos peleando como hermanas. Solo íbamos andando. Si llegamos aponer intención, no sobrevivimos.
Al entrar en la zona de las canchas me lleve un pelotazo. Si es difícil que la pelota pase por encima de la pared de cristal, mucho mas difícil es que aterrice en la cabeza de alguien que va por primera vez, pero ahí estaba yo, atrayendo la suerte como un imán.
El resto fue relativamente mas fácil: no dimos a la mitad de las pelotas, hicimos mucho baile del cangrejo (de lado porque si atinábamos a dar a la bola se volvía en nuestra contra así que no quedaba otra que sálvese quien pueda), cuando por fin di a una la perdí de vista y ¿donde estaba? Atascada en mi raqueta... Única vez en la historia del club que se consigue semejante hazaña.
Y para dejar bien alto el pabellón, no solo no le dimos a las pelotas, nos asustamos y corrimos despavoridas en dirección contraria a ellas y el instructor se llevo al resto de la clase a otra chancha para no perder la clase en balde, es que necesitamos instrucciones para abrir la puerta para salir. Un poco en plan Hitchcock en los Pajaros en el momento cristalera solo que sin pájaros, sin cristalera y con muy poco razonamiento mecánico sobre como abrir puertas de cristal.
La próxima vez lo haremos mejor!
Lara Jones