15/10/13

Caza en las sociedades modernas


Dicen que el alto grado de especialización y complejidad de la sociedad actual ha eliminado de nuestra vida nuestra faceta cazadora. Parece ser que ahora no cazamos. Y para mí, una personita que está convencida que mucho tonto del que veo por la calle solo ha llegado a edad adulta porque disfrutamos de una era sin depredadores, es una afirmación sorprendente.

Y es que, si es verdad que a mí de momento no se me ha visto por el monte persiguiendo conejos y mucho cazándolos, mi experiencia del viernes por la tarde en el supermercado bien merecía un capítulo del National Geographic dedicado a estructura piramidal en ecosistemas habitados por humanos y sus hábitos de caza.

Y empezamos por el principio: 7 de la tarde en un supermercado tipo Supercor (me pregunto qué ocurriría en Lidl porque yo fui allí para ahorrarme el gentío y comprar una triste barra de pan). Panorama desolador: las únicas manzanas que quedan son un pack de 4 a tres libras (0.75 £ por manzana). Me puse a mirarlas a ver si me sonreían y me decían algo en alemán porque por ese precio esperaba que hablaran idiomas, teniendo en cuenta que no estaba comprando en la frutería donde compra la casa Real sino en el súper. Sección de carne: el mismo paraje desolador que ir a Zara al final del primer día de rebajas: de lo que quieres no queda, de lo que no quieres, a buen precio tampoco y lo que queda no solo no es lo que quieres y es caro sino que esta arremolinado con cosas de otras 20 secciones… Mirando un poco más de cerca a la sección de carne… Que ven mis ojos? Entrenamiento de Rugby, porque, a pesar de todo, la histeria colectiva se hace un hueco y, como si estuviésemos en época de racionamiento pero sin colas civilizadas, empieza la pelea por la supervivencia: la pelea por la bandeja de pechuga de pollo pro biótico y feliz troceada.

Y es ahí cuando te das cuenta de que estas asistiendo no solo a una escena de caza moderna, donde el despiece no es el de la presa sino el del adversario, sino que además estas asistiendo a la lucha por la supervivencia de la clase menos privilegiada: la que se levantó antes de que abriesen el súper, trabajo mientras el súper estaba abierto y abastecido y mientras era desabastecido por las clases más privilegiadas que se pueden permitir hacer la compra mientras el resto están encerrados en una oficina (esto incluye no solo muchi-millonarios sino amas de casa, estudiantes, jubilados y todo aquel que no se sepa de memoria el horario del cercanías entre las 6 y las 7.30 de la mañana), la que dejo la oficina para subirse en el tren de vuelta sin respetar la regla de ‘no correr’ (porque les cerraban el súper) y la misma que probablemente respondería a algún email de trabajo mientras quemaba las pechugas de pollo feliz que tantos codazos le costó conseguir.

Así que dejando claro que yo no era el adversario, que si era necesario proclamarme vegetariana para mantener mi integridad física, lo haría y que solo quería una barra de pan, me abrí paso hasta la sección de panadería, a la que ni que decir tiene no le quedaba nada que no fuera pan de molde. Gracias a Dios, un reponedor apareció con pan recién horneado.  Aunque era una hornada caritativa, plenamente alineada con los eventos que estaban aconteciendo en otros pasillos (nada de pan granary o de chapatas), me sentí la mujer mas feliz de universo: libre para hacer 10 minutos de cola entre un montón de gente que, si no fuera por el cansancio de la batalla denunciarían a la empresa de cercanías, al dueño del supermercado y posiblemente a la mama con carrito que les atropello los pies por maltrato físico y psicológico.

En fin, Serafín, hasta la próxima!

Lara Jones

1 comentario:

  1. Hasta la próxima, siempre da gusto!!! http://universovarietes.blogspot.com.es/2013/10/el-belenazo-y-otras-historias-de-cuernos.html

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