Me encanta la Semana Santa, porque a pesar de que los anios
de Marcelino Pan y Vino, Benhur y las procesiones de rigor estan en un pasado
lejano (o quizas precisamente por eso, porque, por Dios santisimo que aburrimiento
de television…), los dias de fiesta que tanto necesito con mi nuevo trabajo
tienen un monton de pequenos placeres ocultos:
·
Las vacaciones en si mismas: levantarte a las 8 en
lugar de las 6 de la manana, porque yo tengo un resorte en el colchon que a
partir de una hora determinada me escupe y lo peor es que me gusta y en dos
minutos estoy cantando en plan el canario de la vecina. Lo siento por el resto
de los vecinos, la vida es dura y la melodia de mi voz no la hace ni un poquito
mas facil (es lo que tiene no tener oido ni voz ni verguenza).
·
Los huevos de chocolate. Y es que a falta de
monas de Pascua (lo que las echo de menos, me las puede enviar alguien) buenos
son los huevos de chocolate que llevan en las tiendas un mes. La idea inicial
era comprarlos y guardarlos para las fiestas pero cuatro paquetes de
mini-huevos despues creo que es mejor aceptar la derrota, sacar el panuelo
blanco y seguir rumiendo el chocolate a dos carrillos.
·
Las vacaciones de los ninos. Yo en particular no
tengo ninguno y aunque sospecho que durante mis propias vacaciones la densidad
de ninos por metro cuadrado probablemente me destrozara los nervios, la paz
interior y los resultados de mis ejercicios de relajacion, reconozco que ahora
que ellos estan de vacaciones y sus padres tambien y yo no (porque en Londres
nasti de plasti hasta el viernes) disfruto todos los dias de la felicidad de
tener asiento en el tren (dos grandes ventajas: no te salen varices y tienes
asegurado el espacio necesario para seguir respirando con normalidad).
·
Tener tiempo para ir a la peluqueria. No el acto
en si mismo, que me parece una perdida de tiempo, sino la tranquilidad mental
que no ire a la boda de mi amiga, llamemosla X, con los pelos de la bruja
averias.
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La obligacion de brunch y del asado de los
domingos. Porque si hay que desayunar huevos revueltos con bacon, pues se hace
el esfuerzo. Y si hay que comer cordero asado, pues tambien. Y para remate,
como me siento abandonada por mis amigos que han decidido irse de vacaciones
mientras yo mando de vacaciones eternas a mi actual fregadero y desescombro mi
entrada (donde reposa el nuevo fregadero desde hace 3 meses), pues toca jornada
mexicana el sabado noche: quesadillas, tacos, chile con carne… Una pena que
todos los invitados sean virtuales via Whatsapp.
·
Tiempo para limpiar el armario. Porque
reconozcamoslo: hay muy pocos seres humanos que se haya constatado
empiricamente que son humanos que sigan la regla de tirar una cosa del armario
cuando compran algo nuevo. Yo personalmente tengo mas el sindrome de Diogenes,
lo que significa que tendre que hacer un gran esfuerzo para tirar las dos cajas
completas de pijamas viejos que mi madre, que posiblemente comparte enfermedad
conmigo, me convencio para no tirar por si un dia se le olvidaba a ella el pijama
en Madrid (que digo yo que tambien podemos ir a Primark a comprar uno por 8
libras…). Asi que me toca limpiar, tirar todo lo necesario y sobre todo lo innecesario
y hacer espacio para todas las cosas buenas que la vida me tiene preparadas
(esto es de tipico manual de coaching, que traducido a mi idioma significa que
no tendre que volver a poner cara de limon en una temporada cuando intente
meter a presion una prenda mas en el armario.
Y de las cosas que no me gustan, sobre todo por el desgaste
mental, son las fotos en Facebook de toda la gente que lleva unos dias de
vacaciones y tienen la necesidad imperiosa no solo de irse a la playa sino de
compartirlo con todo el mundo y poner la guinda preguntando que hacemos los
demas! Pues poner fregaderos, limpiar armarios y ahogar las penas en comida
mexicana.
Sin acritud J
Lara Jones