Ha llegado la hora de la verdad: ¿qué tal nos fue con el collage? Pues una vez superado el duro golpe de recibir una cartulina verde (imagino que pensaron que una blanca se ensuciaría mucho… no tenían ni idea del desastre natural que íbamos a crear en la cartulina), tuvimos que organizarnos para imprimir las fotos, que de por si fue un motivo de estrés porque no hay nadie en este país que imprima fotos ya. Los niños de hoy llegarán a edad adulta sin infancia documentada después de que sus padres se pasasen las horas haciéndoles fotos y perdiéndolas por la nube o por los terminales ahogados por error en la lavadora o, peor, en el baño.
Con las fotos ya
impresas y armadas hasta los dientes de rotuladores (unos con purpurina, porque
soy una incauta y pensé que se iba a ver en la cartulina verde, y otros no, nos
pusimos a hacer el collage.
Al ser 4 gatos en
la familia literalmente (3 gatos, 2 abuelos y dos tíos casados entre ellos pero
sin hijos), nos sobraba media cartulina incluso poniendo las fotos de los gatos
como entes de la familia genéticamente vinculados a nosotros (sospecho que la
profesora intuye que no es así). Así que decidí, dibujar 3 casas y poner a cada
uno en su casa y a Dios en la de todos. La hija Jones, se dedicó a dibujar lo
que ella llamaba soles (que no eran redondos), pájaros y peces (todos homogéneos
en forma y fondo y claramente no representantes de la forma que Hija Jones
decía asignarles).
Y entonces se
desencadenó el drama: empezaron las peticiones populares para que mamá Jones
dibujase: dibuje unos 200 peces con sus respectivos hijos sin que nadie de la
familia sea propietario de ninguno. Dibujé un conejo, varias margaritas, una
mariquita y ¡un mono! El mono vino de un libro que me trajo la Hija Jones para
dejar claro que el mono era imprescindible en el collage de la familia. Y
después nos dimos a la purpurina como los alcohólicos se dan a la bebida.
Debería haber sabido por Pepa Pig, cuya maestra guarda con llave la purpurina,
que igual entre los materiales limpios no estaba… Cuando me quise dar cuenta ya
era demasiado tarde: teníamos purpurina desde la alfombra a las pestañas,
incluidas las del gatito Jones.
Luego le dimos la
vuelta a la cartulina (total, era de un verde horroroso, no iba a quedar peor
de lo que vino) y garabateamos el reverso. Y para rematar, Mamá Jones, con sus
super limitadas habilidades para trabajos manuales le puso pegamento a las
fotos. La idea era buena, lo de que el pegamento fuera líquido no tanto… Total,
que las fotos se pegaron y se arrugaron con tanta humedad. La cartulina acabó
con un aire ‘brisa ibicenca’ con el que probablemente ninguna profesora de
infantil está de acuerdo. La próxima vez que me den instrucciones concretas.
Yo, mientras tanto, voy comprando el pegamento de barra.