28/10/20

Collage familiar o cómo acabaron de mal los deberes

 Ha llegado la hora de la verdad: ¿qué tal nos fue con el collage? Pues una vez superado el duro golpe de recibir una cartulina verde (imagino que pensaron que una blanca se ensuciaría mucho… no tenían ni idea del desastre natural que íbamos a crear en la cartulina), tuvimos que organizarnos para imprimir las fotos, que de por si fue un motivo de estrés porque no hay nadie en este país que imprima fotos ya. Los niños de hoy llegarán a edad adulta sin infancia documentada después de que sus padres se pasasen las horas haciéndoles fotos y perdiéndolas por la nube o por los terminales ahogados por error en la lavadora o, peor, en el baño.

Con las fotos ya impresas y armadas hasta los dientes de rotuladores (unos con purpurina, porque soy una incauta y pensé que se iba a ver en la cartulina verde, y otros no, nos pusimos a hacer el collage.

Al ser 4 gatos en la familia literalmente (3 gatos, 2 abuelos y dos tíos casados entre ellos pero sin hijos), nos sobraba media cartulina incluso poniendo las fotos de los gatos como entes de la familia genéticamente vinculados a nosotros (sospecho que la profesora intuye que no es así). Así que decidí, dibujar 3 casas y poner a cada uno en su casa y a Dios en la de todos. La hija Jones, se dedicó a dibujar lo que ella llamaba soles (que no eran redondos), pájaros y peces (todos homogéneos en forma y fondo y claramente no representantes de la forma que Hija Jones decía asignarles).

Y entonces se desencadenó el drama: empezaron las peticiones populares para que mamá Jones dibujase: dibuje unos 200 peces con sus respectivos hijos sin que nadie de la familia sea propietario de ninguno. Dibujé un conejo, varias margaritas, una mariquita y ¡un mono! El mono vino de un libro que me trajo la Hija Jones para dejar claro que el mono era imprescindible en el collage de la familia. Y después nos dimos a la purpurina como los alcohólicos se dan a la bebida. Debería haber sabido por Pepa Pig, cuya maestra guarda con llave la purpurina, que igual entre los materiales limpios no estaba… Cuando me quise dar cuenta ya era demasiado tarde: teníamos purpurina desde la alfombra a las pestañas, incluidas las del gatito Jones.

Luego le dimos la vuelta a la cartulina (total, era de un verde horroroso, no iba a quedar peor de lo que vino) y garabateamos el reverso. Y para rematar, Mamá Jones, con sus super limitadas habilidades para trabajos manuales le puso pegamento a las fotos. La idea era buena, lo de que el pegamento fuera líquido no tanto… Total, que las fotos se pegaron y se arrugaron con tanta humedad. La cartulina acabó con un aire ‘brisa ibicenca’ con el que probablemente ninguna profesora de infantil está de acuerdo. La próxima vez que me den instrucciones concretas. Yo, mientras tanto, voy comprando el pegamento de barra.

19/10/20

 Deberes de guardería

Madre mía, madre mía. Que tenemos deberes los padres de guardería y a montones. El lunes pasado teníamos que llevar un chubasquero, botas y paraguas; este lunes, hemos entregado un collage de la familia y el lunes que viene tenemos un eco-adorno de Halloween. Y te preguntarás, porque espero que te lo preguntes porque yo he tenido que preguntar a Google: ¿Qué es un eco-adorno? Pues un adorno de Halloween hecha por la mamá y potencialmente destruido por la hija de dos años, utilizando materiales que se hubieran ido a la bolsa de reciclaje.

Volviendo al tema de mis deberes, eco-adornos aparte, tengo más deadlines de deberes de guardería que de trabajo. ¿Pensábamos que nos iban a perdonar los deberes para darnos tiempo a lavar y planchar diariamente el baby y la ropa y desinfectar el resto de los efectos? Ay, pobres incautos… Lo único que hemos ganado con la pandemia es que como con mascarilla todos parecemos iguales y tenemos que guardar la distancia, no hay grupo de Whatsapp, porque si empezamos a meter gente, nunca sabremos no ya, si son padres de los niños de la clase, sino si son padres en general.

El caso es que, a mí, los deberes de corta y colorea me ponen nerviosa. No me gustó nada mi época de guardería: recuerdo mariposas mal cortadas, dibujos desastrosos y notas no muy buenas porque nadie me avisó que tenía que saberme mi dirección para un examen que tampoco sabía que iba a ocurrir con 3 años. Fue el principio de mi responsabilidad escolar excesiva: juré, como Escalata O’Hara, que no volvería a sacar una mala nota. Bueno, pues ahora que soy madre que he aprobado todo lo aprobable, el miedo a suspender se apodera de nuevo de mí. Con el añadido que ahora la que queda en evidencia es mi hija: ¿Y si soy la única madre a la que se le olvida una deadline? Eso no puede ocurrir, así que me puse 5 alarmas. ¿Y si soy la única que no sabe hacer eco-adornos? Tampoco puede ocurrir, así que le pregunté a Youtube y he llegado a la conclusión de que la clase entera estará llena de murciélagos hechos con hueveras. Uno será mío, el resto de los padres que vivan con el mismo pánico que yo. ¿Y si en lugar de un eco-adorno acaba con una hoja Excel impresa? Eso está dentro de lo posible. Un error lo puede tener cualquiera y yo con tantos deberes igual me lio y envío el eco-adorno a mi jefe y la hoja Excel a la profesora de la niña.

Y ahora, me voy a poner a planificar mi siguiente deadline, que luego se me echa el tiempo encima.