No me gustan las vacaciones. Si cuando acabe la carrera no me gustaban porque
perdía el control de mi trabajo ahora resulta que no me gustan porque tengo que
volver al trabajo.
Y es que a la buena vida se acostumbra uno enseguida: que si vamos de paseo
al monte que desde allí se ve el puerto (y que puerto!), que si vamos al
castillo que desde allí se ve el puerto (vaya con el puerto), que si vamos en
moto de agua… Si, desde allí también vimos el puerto pero, más importante,
fuimos a unas cuevas donde aparte de un par de medusas, había tomates de mar,
pececillos y un agua cristalina que si no se nos escapaba que estábamos en la
provincia de Alicante, por las fotos pasaría por el Caribe. Mi blanco nuclear,
sin embargo, nos delataría bastante rápido.
El caso es que cuando tu vida vuelve a sus orígenes, cosa de solo dormir,
comer, jugar y pasear, como cuando te llevaban en la sillita pero sin juguetes
de goma (ahora el móvil entretiene más) y te pones a mirar a tu vida en la gran
ciudad sin puerto, sin castillo, sin monte, sin playa y sin vida (porque si a los
fumadores les acorta la vida el tabaco, a mí la acorta el transporte público,
la falta de sueño, las frutas tamaño Polly Pocket de los súper británicos y
correr con los tacones puestos) te dan ganas de mirar para otro lado.
Concretamente para el lado de tu ombligo… O si tienes que levantar la cabeza,
el lado de, como no, el puerto.
Y aunque parezca que tengo pasión por los yates o por convertirme en
pescadora (mejor se lo dejo a los de Pescanova, que tienen chubasqueros) a mí
lo que de verdad me gusta es:
·
Ir
andando a los sitios, aunque te encuentres con mil vecinos y tardes 10 años. En
Londres, me encuentro más bien con pocos, no porque no tenga vecinos sino
porque no tengo ni idea de quiénes son.
·
Enseñar
las piernas (que se quedan de cine después de andar) haciendo caso omiso a
Manolo Escobar y su ‘no me gusta que a los toros vayas con minifalda’. Teniendo
en cuenta que cuando me baje del avión en Gatwick hace una semana pase de 30
grados a 10, ni que decir tiene que mis piernas solo pasean con medias tupidas
y leotardos. Un horror!
·
Dormir.
Dormir la siesta, dormir por la noche, dormir a las 6 de la mañana, dormir a
las 7 y levantarme a las 8 fresca como una lechuga a sabiendas de que me
ahorrare una fortuna en productos cosméticos porque no hay nada como dormir
para tener una piel 10.
·
Trabajar
para vivir. Porque después de haber probado unas cuantas opciones de vivir para
trabajar, resulta que me he dado cuenta de que: a las 11 de la noche en la
oficina soy muy infeliz; a las 11 de la noche en un hotel soy muy infeliz; a
las 11 de la noche con mis compañeros de trabajo de cañas porque estamos a
2.000 km de casa soy muy infeliz; en general soy muy infeliz si a partir de las
7 de la tarde alguien me está robando mi ‘me time’.
·
El
sol. En pequeñas cantidades pero constantes, preferiblemente con los pies
metidos en el agua, a poder ser en la playa y no en una palangana en el salón.
·
El
pescado. De hecho casi todo el pescado: los salmonetes, los boquerones en
vinagre, la merluza, el salmón, el atún, los gallos… Todas esas cosas que en
Inglaterra no encuentras ni pagando.
·
El
mar. No en su totalidad y desde luego no para beber. Pero en un elemento
motorizado con volante y siempre que sea posible, evitando percances, como el que
yo tuve con la moto de agua donde mi bikini decidió explorar partes
desconocidas de mi anatomía y las olas impedían acciones drásticas por mi parte
para evitarlo (el rasca-mama de después no me lo quito nadie), me parece fantástico.
·
La
tranquilidad. Pensar que no pierdo el tren ni el autobús, los objetivos del
trabajo son de verdad SMART, con lo que pago por mi casa de un dormitorio en
Londres me compro una señora casa en la costa, que puedo aparcar sin pagar, que
el sol saldrá mañana como salió ayer, que si planto un naranjo tendré naranjas
y no un árbol enfermo, que puedo pasear por el monte, por el pueblo, por el
puerto…
Así que desde que he vuelto no solo estoy temiendo las siguientes
vacaciones sino buscando una casita cuca en la playa para cuando yo esté lista
para dar el salto de vuelta.
Lara Jones
Visto así, tienes razón!!! Con lo deprimidos que estamos cuando volvemos a la vida cotidiana, mejor nos ahorramos las vacaciones y nos quitamos de tanto sufrimiento!!
ResponderEliminarPero... ¿y lo bien que nos lo pasamos esos días? Yo estoy de acuerdo contigo, dormir es lo mejor que hay!! No me importa acostarme tarde, lo que no soporto es madrugar para estar a las siete y media en la oficina... brrrrrrrrrrrrrrrrrr.
Me encantan tus historias de tu vida en Inglaterra! Te sigo y te invito a que te pases a conocer mi blog! Un beso
Tienes razón, yo estoy a punto de tragarme una caja de Lexatin con cartón y todo, no asimilo lo de cambiar el chiringuito por las pantuflas y la estufa. Besitos!! http://universovarietes.blogspot.com.es/2013/09/belen-esteban-resurgir-o-crematorio.html
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