4/1/21

 ¿Dormir con un hombre tan joven?

Yo soy una mujer de esas a las que le gusta leer. De hecho mi madre dice que es mi chupete. No es que me meta los libros en la boca, que podría perfectamente ahora que existen los asépticos Kindle, sino que la actividad mas relajante que se me ocurre después de una buena sesión de spinning o body combat es 2 o 3 horas de lectura. De esas que sientes que te levantas de una siesta sin haber dormido de un minuto.

Como no me gusta mucho la fantasía y ciencia ficción y no siempre tengo 3 horas (de hecho desde que soy Mamá Jones no recuerdo ninguna ventana temporal de 3 horas que no haya sido utilizada para recuperarme de los estragos de la insomne Hijísima Jones), acabo leyendo el periódico y estando más informada de lo que me gustaría.

Por lo tanto no me desayuno ahora en que la adolescencia se está adelantando y con ello la edad en que se comparte lecho. Estoy al tanto del sexting, de los horrores del porno online y también de los horrores de Tik Tok. Pero lo que jamás me esperaba es que a la temprana edad de 2 años, la hijísima Jones me pidiera dormir con un hombre con el que no tiene parentesco.

Porque una siesta con el abuelo, la entiendo. Me sorprendería, porque la Hijísima nunca quiere dormir y mucho menos acompañada, pero sería una realidad aceptable (aunque me molestaría infinitamente que en dos años no haya aceptado dormir una siesta sin pelearse conmigo y ahora aceptase dormir plácidamente con el abuelo o cualquier otro ser humano, animal o inanimado).

Lo que no puedo aceptar es que quiera dormir con un hombre adulto, mucho mayor que ella con el que no tiene parentesco. ¿Dónde se ha visto esto? ¿A dónde vamos a llegar? Pero ha insistido, e insistido. Y yo estoy taaaan cansada de pelearme y duermo tan poco, que al final he cedido a que duerma con un hombre mayor, considerado respetable en la comunidad, muy conocido y sin línea de parentesco cercana con nosotras. Un escándalo MAYÚSCULO.

Y ahí la tengo, durmiendo con San José, del Belén de Playmobil. La precocidad de las nuevas generaciones.

11/12/20

¿Como se desconecta el viento?

La hijísima Jones y mamá Jones son antagónicas. La primera es la princesa del guisante; la segunda un oso pardo pero, no es su versión pescadora de salmones, no, sino en la versión hibernación constante. 

¿Resultado? Una madre que es capaz de dormir de pie, incapaz de dormir porque tiene una hija incapaz de dormir en general, ni de pie, ni sentada, ni tumbada, ni en su cama ni en la de su madre. Y entonces, para rematar, vienen los días de viento. Quien inventó el viento, que por favor lo desinvente. O le ponga un botón de apagar. 

Los días de viento son cruentos. Las noches, son todavía peor. La hijísima Jones se despertará siempre puntualmente a la hora a la que su madre está profundamente dormida y cuando se despierta no sabe ni dónde está. A la pregunta de si está asustada, la respuesta siempre es sí. No sé ni por qué pregunto. Bueno, sí que lo sé. Pregunto porque albergo la esperanza de que me diga que no y no me la tenga que llevar a mi cama. 

Mi cama es normalmente un sitio muy tranquilo. Dormimos tres seres vivos: dos gatos y yo. Cada uno tiene su sitio y mientras lo respetemos no hay disputas ni bufidos, ni por su parte, ni por la mía. Ahora, quando arriva la bambina: ¡Se estropeó el invento! 

La hijísima, incapaz de dormir porque su equipamiento de fábrica no lleva el sueño fácil, da vueltas como una peonza por la cama. La gata, alarmada por perder su sitio a mi lado, empieza a buscar huecos imposibles entre la niña y yo, sopena de morir aplastada en una de las vueltas de la peonza. 

El gato, que ha perdido su sitio porque ya todos no cabemos a la altura de la almohada, viene a atacar a la gata. Y la creadora de todo el tinglado familiar, o sea, yo, se debate entre un sueño como el de la bella durmiente y poner orden. 

Al cabo de las horas, la peonza al final se duerme (nunca antes de dos horas de giros intensos).La gata decide mudarse a la almohada y ocupar todo el espacio dónde debería ir mi cabeza si yo quisiera o pudiera evitar lesiones. El gato se acomoda en lo poco que queda de su trocito asignado. Y yo, duermo hecha un ocho entre los dos gatos y la niña que ha decidido dormir en paralelo a las almohadas. 

Después de esta noche tan extraordinaria, sigue haciendo viento. ¿Dónde se apaga? O en su defecto, ¿a que dirección mando la niña peonza?


28/10/20

Collage familiar o cómo acabaron de mal los deberes

 Ha llegado la hora de la verdad: ¿qué tal nos fue con el collage? Pues una vez superado el duro golpe de recibir una cartulina verde (imagino que pensaron que una blanca se ensuciaría mucho… no tenían ni idea del desastre natural que íbamos a crear en la cartulina), tuvimos que organizarnos para imprimir las fotos, que de por si fue un motivo de estrés porque no hay nadie en este país que imprima fotos ya. Los niños de hoy llegarán a edad adulta sin infancia documentada después de que sus padres se pasasen las horas haciéndoles fotos y perdiéndolas por la nube o por los terminales ahogados por error en la lavadora o, peor, en el baño.

Con las fotos ya impresas y armadas hasta los dientes de rotuladores (unos con purpurina, porque soy una incauta y pensé que se iba a ver en la cartulina verde, y otros no, nos pusimos a hacer el collage.

Al ser 4 gatos en la familia literalmente (3 gatos, 2 abuelos y dos tíos casados entre ellos pero sin hijos), nos sobraba media cartulina incluso poniendo las fotos de los gatos como entes de la familia genéticamente vinculados a nosotros (sospecho que la profesora intuye que no es así). Así que decidí, dibujar 3 casas y poner a cada uno en su casa y a Dios en la de todos. La hija Jones, se dedicó a dibujar lo que ella llamaba soles (que no eran redondos), pájaros y peces (todos homogéneos en forma y fondo y claramente no representantes de la forma que Hija Jones decía asignarles).

Y entonces se desencadenó el drama: empezaron las peticiones populares para que mamá Jones dibujase: dibuje unos 200 peces con sus respectivos hijos sin que nadie de la familia sea propietario de ninguno. Dibujé un conejo, varias margaritas, una mariquita y ¡un mono! El mono vino de un libro que me trajo la Hija Jones para dejar claro que el mono era imprescindible en el collage de la familia. Y después nos dimos a la purpurina como los alcohólicos se dan a la bebida. Debería haber sabido por Pepa Pig, cuya maestra guarda con llave la purpurina, que igual entre los materiales limpios no estaba… Cuando me quise dar cuenta ya era demasiado tarde: teníamos purpurina desde la alfombra a las pestañas, incluidas las del gatito Jones.

Luego le dimos la vuelta a la cartulina (total, era de un verde horroroso, no iba a quedar peor de lo que vino) y garabateamos el reverso. Y para rematar, Mamá Jones, con sus super limitadas habilidades para trabajos manuales le puso pegamento a las fotos. La idea era buena, lo de que el pegamento fuera líquido no tanto… Total, que las fotos se pegaron y se arrugaron con tanta humedad. La cartulina acabó con un aire ‘brisa ibicenca’ con el que probablemente ninguna profesora de infantil está de acuerdo. La próxima vez que me den instrucciones concretas. Yo, mientras tanto, voy comprando el pegamento de barra.