Hace unas semanas que me
mude de vuelta a Madrid. Y cuando por fin parecía que alcanzaba la luz al final
de túnel, se me apago. Así, de repente, como en la canción de Alejandro Sanz de
cuando yo todavía llevaba calcetines hasta las rodillas y Gran Hermano ni existía.
Al principio no me di
cuenta: estuve muy ocupada sorteando los electrodomésticos que me dejaron sin
instalar en la cocina y recuperando a la gatita Jones de casa del vecino, donde
había entrado literalmente por el único hueco posible.
El caso es que una vez
superados los calores pre menopáusicos causados por la combinación de incidentes
y el no ser capaz de encontrar ni la ropa interior, me di cuenta de la era de
oscuridad en la que había entrado. Si salía del garaje, tenía que hacer aspavientos
cual superviviente de Viven para que se encendieran las luces del portal; si salía
de casa, tenía que bailar Xuxa para ver donde tenía que meter la llave; si
venia el repartidor de Amazon y se quedaba quieto en el rellano, ahí que estaba
yo cazando moscas. Y todo para encender unas luces automáticas endiabladas con
sensores traviesos.
Porque a mí que me
expliquen el tipo de sensor que tienen, cuando una persona de 1.75 tiene que estirarse
a lo alto como si saliera de body combat para encenderlas. Y sobre todo, qué relación
tienen estas luces (hermanas carnales claramente no) con las luces que yo tenía
en Londres que no solo se encendían sin rechistar cuando estaba en el rellano
sino también cuando me intuían a través de la mirilla moviéndome dentro del
pasillo de mi casa. Y es que claro, ni tanto ni tan calvo. Ni bailar YMCA para
poder ver por dónde vas, ni casi gatear para que no se encienda la luz por la
noche y tú, que estás sola en una casa Londinense con una puerta de papel de fumar
que no se ha cambiado nunca porque pertenece a la comunidad y no al propietario
y para cambiarla se necesita dispensa papal, una donación sustancial y pagar
las puertas del esto de los vecinos, te mueras de miedo pensando que viene un
loco (léase espontaneo o novio pasado) a secuestrarte.
Total, que aquí estoy con
la luz de mi teléfono, que es la más fiable, los brazos extendidos hacia el
cielo y escuchando atentamente para que ningún vecino me pille en plena
performance intentando hacer el milagro. Aunque bien pensado no sé porque me
preocupo tanto, probablemente ellos estén haciendo lo mismo e igual hasta
podemos hacer una coreografía, una chirigota y ganar algún concurso o grabar un
video viral.
Lara Jones