30/10/12

Que tiempo tan feliz

Con el frio de estos días se me han subido los calentadores a la cabeza y ando venga a pensar en maillots, calentadores, pelos churruscados y cintas ochenteras. Alguien se acuerda de esos programas de aerobic, líderes de audiencia con esas mujeres estrafalarias dando saltitos? Y es que para llegar a Ana Rosa y a comentar Gran Hermano y Mujeres, Hombres y Viceversa hemos pasado por muchas penurias. Y eso que el resultado tampoco es que sea para tirar cohetes.
El caso es que en pleno apogeo mental de Alaska y los Pegamoides (como ha mejorado esa mujer con los años), me he trasladado discretamente a aquellos maravillosos 80s y 90s donde:
·       Los chándales de rayas en plan vintage de Adidas, no eran lo mas sino la norma. Zapatillas tenis, camisetas de algodón y no de dry-fit como ahora… Para ser sucedidos por los chándales de tactel, que durante unos años fueron lo más: lo más incomodo con las gomas en los tobillos que se subían en cuanto respirabas; lo más antiestético ensenando los calcetines, lo más terrorífico a la altura del glúteo donde el chándal siempre decidía hacer exploraciones internas. Lo más de lo más. Menos mal que ahora ya no existen los chándales como tal y nos dedicamos más a las mallas de spinning, las de correr, los pantalones de zumba y demás artefactos que requieren conocimientos específicos solo para llevarlos (lo de usarlos es otro capítulo).
·       El pelo a tazón, que salvo a tantos preadolescentes con pelos Pantene de años de miseria. Porque no hay nada como un pelo brillante y liso para distraer la atención de una boca sin muelas o de un cuerpecillo de caballito de mar más que de caballo de carreras. El predecesor fue algo parecido con lo que yo me he encontrado en muchas fotos y que creo que Ana, la de Enrique y Ana (que es un coconut? Alguien se acuerda?) también llevaba.
·       La Barriguitas, que eran las muñecas más poco practicas jamás inventadas. Porque para ser hijas de la Barbie, eran las hijas talla XXL desterradas a otro universo porque ni Ken ni Barbie las podían presentar en sociedad o llevar en brazos. Para ser hijas de la Nancy, las pobres pasarían mucha falta de afecto con una madre con las rodillas estiradas todo el tiempo, incapaz de agacharse para tocarles por lo menos la cabeza. Y para niñas de tres años, eran del tamaño de un bebe canguro recién nacido, solo que yo personalmente no tenia marsupio.
·       La guerra del Nesquick y el Cola Cao, que asumo que actualmente no existe porque con todas estas bebidas ultra avanzadas y estos niños tan poco resistentes de hoy que necesitan casco para montar en bici, cinturón para ir en coche, guardaespaldas para jugar en el parque y jornadas progresivas para empezar el colegio porque si no se traumatizan, posiblemente la competición es mas entre bebidas súper sónicas ultra vitaminadas bajas en grasas con anti-edad y colágeno para regenerar las células que no se mueren a esas edades. El caso es que en aquella época no solo todos tomábamos Nesquick o Cola Cao si no que la marca era casi un tema de clase social…
·       Los bollos del colegio, que yo siempre tuve prohibidos y a los que miraba con ojos golositos para acabar comprobando que el Tigreton y la Pantera Rosa eran dos piezas industriales absolutamente incomestibles que mi madre con muy buen juicio me había prohibido. Aun así, eran taaaaan bonitos… Especialmente la Pantera Rosa.
Y seguiría nostálgica, pero si sigo, hoy no trabaja nadie J
Lara Jones

22/10/12

Bienvenido invierno, te he echado de menos

Debo de ser una de las pocas personas que prefiere el invierno al verano. Por alguna razón, no me pega el chocolate caliente en un chiringuito y me seduce la idea de estar en casa hecha un ovillo debajo de una manta, viendo llover por la ventana (porque es lo que tiene Londres, días bucólicos a tutiplén convertidos en pesadillas andantes en cuanto pones un pie en la calle).
El caso es que a mí me sigue gustando el invierno porque:
·        Tengo un montón de charcos que pisar y muchos montones de hojas en los que meterme de cabeza. Mi jardinero, evidentemente, está haciendo lo más que puede para inhabilitarme. Primero porque lo que él hace en tres horas yo lo destruyo en cero coma y, segundo, porque realmente tiene una seria preocupación en cuanto a mi salud mental y, por ende, la seguridad del vecindario con semejante loca suelta.
·        Me encanta tener excusas diarias para hacer uso de las toneladas de chocolate que me trajeron mis padres en su último viaje. Afortunadamente, hemos pasado la fase de Alfredo Landa con los chorizos y ahora ya nos dedicamos mas al chocolate con churros, que es mucho menos humillante si el escáner del aeropuerto se queja y tienes que sacar el contenido. Todavía no se me ha pasado la vergüenza del día que tuve que sacar la morcilla de la maleta. Entre la forma y la textura…
·        Me gusta no sentirme como una gallina en una granja con luz 24 horas. Porque curiosamente, cuando hace sol, tengo la sensación de que tengo que hacer muchas cosas y acabo como los servidores de Internet: activa 24x7 y con backup (la cafeína, que te resucita en 3 minutos si te la administran correctamente). Y claro, es muy muy cansado. Lo siento por las gallinas ponedoras porque, si tienen una personalidad parecida a la mía, deben de estar exhaustas.
·        Me encantan los calcetines, que puede sonar como una confesión fetichista, pero no. Es que de verdad me encanta no verme los pies (porque son horrorosos) y que estén calentitos. Y claro, en verano esos dos supuestos no solo no se dan sino que me veo forzada a vérmelos y a compartir su fealdad con el resto del mundo! Y de verdad, que mis dedos no solo son de martillo sino muy muy tímidos y no muy agraciados. Y aunque dicen que las madres quieren a todos sus hijos por igual y no ven la fealdad en ellos, yo personalmente creo que no pertenezco a esa categoría humana.
·        Adoro los guantes, y en vista que mis amigas no se casan ni a tiros, y por lo tanto no tengo oportunidad de plantarme el pamelon con los guantes a juego con el que llevo fantaseando por lo menos los últimos 5 años, me conformo con guantes de invierno: de colores, de piel, de lana, con pelillos de conejo, sin pelillos… Ninguno de boda pero mientras espero el ansiado día, me calman la gula.
Seré yo la única con estos gustos?
Lara Jones

17/10/12

Mil perdones

Tarde, tarde, tarde. Pese a mis mejores intentos, llego un día tarde. Y es que la vida se me ha complicado muchísimo en las dos últimas semanas por una serie de eventos de lo más simples. Por ejemplo: las casas inglesas son viejas, por dentro y por fuera. Y están mal construidas. No solo es que los semi-sotanos y las buhardillas no están aisladas porque solían ser los cuartos del servicio, sino que, además, la mayoría no tienen cimientos, no tienen aislamiento o solo están acabadas hasta donde alcanza la vista (como muevas los muebles de la cocina, te da algo del ahorro de baldosines que queda a la vista). Y todo esto sería irrelevante si no fuese porque mi deseo de ducharme en el trópico de mi baño me llevo a hacer revisar la instalación eléctrica y descubrir que mis techos no tenían tierra. No de la de los tiestos que de esa no tenían que tener, sino de la que cierra los circuitos y evita que te electrocutes. Así que el viernes por la noche pase a ser la primera víctima desquiciada a causa de una escayola que no va alrededor de una pierna sino alrededor de los enchufes, el techo del baño, las lámparas y el interior del armario del cuadro de mandos.
Y seguimos: el mundo ya no es lo que era. Y pese a que la liberación sexual se supone que ha sido de lo mas productiva para las mujeres, ayer, cuando salía de casa a las 6 menos cuarto (si, 5.45 am, de buena mañana) para ir a una reunión en el norte de Inglaterra, no pude evitar que me asaltasen las dudas. Es el precio de ‘Nosotras parimos, nosotras decidimos’ levantarnos antes de las 5 de la mañana para ir a trabajar? Porque yo la verdad a esas horas, con las legañas puestas, pensé que yo igual me volvía a la cama y dejaba que decidiese otro (y yo ya publicaría Lara Jones a tiempo cuando me levantase).
Y eso sin mencionar que:
·        Espere nada menos que dos horas y media, estoicamente y casi (casi) sin quejarme, el domingo al último invitado de una comida de cumpleaños. Porque era el medio lio del chico del cumple y, sobre todo en mi caso, era la que traía la tarta y merecía ser esperada para evitar el riesgo de fuga con la tarta de doble chocolate puesta. Yo por si acaso ya había planificado como hacer un lazo al estilo rodeo para capturarla en caso de emergencia (No sin mi tarta!).
·        Tuve una cita (otra más…. Por Dios, Príncipe Azul, libérate del dragón ya que me estoy cansando) el miércoles. Ningún éxito que reportar.
·        Estoy dedicando todo mi talento a buscar otros desastres naturales a los que atribuir mi retraso entre ellos distracciones varias estocando leotardos (necesario), zapatos de leopardo (imprescindible), tomates del mercado (mi momento abuela de la semana), catarros y demás plagas (dos en los dos últimos meses), ataques estilo guerrilla del gatito Jones que cada día esta mas asilvestrado, tests a la ley de la gravedad (jolines con el Cola Cao que no para de caerse) y enervamientos varios resueltos aspirador mediante.
Así que solo me queda pedir disculpas y prometer que la semana que viene seré mas puntual ahora que ya no tengo a tres hombres en mi casa durante 10 horas al día (3 y para mi sola!!), soy mucho más pobre y además ya tengo calcetines y leotardos para los fríos londinenses.
Lara Jones

9/10/12

Palacios para que os quiero!


Me estoy convirtiendo a la vida palaciega. No es que en un intento desesperado de encontrar al príncipe azul este intentando acercarme al lugar de los hechos porque yo ya tengo palacio y carruaje y ni me gusta perder zapatos, ni tengo sueño, ni me quedan trenzas, ni me gustan las manzanas y desde luego, aunque conozco muchas bestias, pocas podrían convertirse en príncipes  sin que medien cantidades ingentes de magia, los tres milagros demostrables que pide la iglesia católica para beatificar, al menos dos visitas a Fátima y la estampita de San Judas, el patrón de las causas perdidas en el bolsillo. Lo que pasa es que llevo dos semanas seguidas de excursión a palacios que, aunque deberían resultar en una versión mucho más exquisita de Lara Jones, han terminado en una más de andar por casa.

Y es que cuando yo paseo por los palacios, me asaltan un montón de dudas que no hacen sino constatar que estoy divinamente viviendo como una plebeya (Harry, si nos casamos, promete que harás que la prensa oculte este post, no me hagas como a Katie que todo el mundo le ha visto desfilar en bikini).

Empezamos por el tamaño. Porque, hay que admitirlo, si que importa. Cuando te mudas a un palacio, te dan un mapa? Tiene el GPS las direcciones de las estancias internas? Te dan una audio guía para que por lo menos sepas donde estas y si te pierdes sepas que siguiendo las instrucciones en una hora al menos estas en la salida y puedes volver a entrar?

Y luego está el tema de la calefacción. Alguien se imagina viviendo con esos techos gigantes, esas piedras super frías, esas chimeneas desangeladas y sin radiadores? Que haces para calentarte, te compras un oso (no una piel, un oso entero) y que duerma contigo. No me extraña que la realeza haya sido siempre tan promiscua, es que esos fríos invitan al calor humano.

Y también está el momento puertas. Porque cada estancia tiene tres puertas. Soy yo la única que visualiza el trajín de puertas abriéndose y cerrándose continuamente, con un trasiego tipo metro que casi se puede medir en transeúntes por mes? Y si llaman a todas a la vez??

Y, por supuesto, la decoración. Porque entre los dorados, los tapices, las camas rococó que ademas son increíblemente cortas, mas para los pitufos que para Harry y los frescos en el techo, yo personalmente no podría dormir. Y es que aunque yo no sea una gran fan y me duela decirlo, a veces, se echa de menos un toque Ikea, y como tienes un ejército de sirvientes ellos se encargan de ir, traer los muebles y montarlos. Bueno, bonito y barato!

Asi que, después de ver el palacio de Windsor y de Hampton Court, tengo que decir que casi que me quedo en mi pisito. Porque pintar de blanco esos palacios me llevaría dos eternidades, no sé qué empresa se responsabilizaría de retirar 2 toneladas de tapices, posiblemente nunca conseguiría que me pusiesen un sistema de calefacción con control de temperatura, me volverían loca las puertas y para remate me pasaría los tres primeros meses llamando a la policía todos los días para que me rescatasen de la torre en la que me acababa de perder sin GPS ni audio guía. Un incordio.

Lara Jones

2/10/12

Apatrullando la ciudad

Que el mundo es un lugar inseguro es un hecho claramente reflejado en todas las películas americanas llenas de malos armados hasta los dientes. Ahora, que MI MUNDO sea un lugar inseguro es una sorpresa y el colmo de los colmos.
El martes pasado, estaba yo tan ricamente dándome media vuelta en la cama a las 2.30 de la mañana (en realidad asada como un pollo con un pijama de borreguito de Primark que se lo aconsejo a todas las que como yo sientan que por las noches se trasladan al polo por el mismo procedimiento que Dorothy la del Mago de Oz al país del camino de baldosas amarillas) cuando suena el telefonillo. La primera vez pensé que era ruido ambiental, la segunda que era un móvil vibrando, la tercera que era en casa del vecino pero ya como a la cuarta me di cuenta de que no, que igual alguien estaba muy interesado en venir a dormir a la comuna hippy en la que se había convertido mi casa a raíz de la visita de mis padres.
Contesto al telefonillo con toda la dignidad que despertarse despelujada con un gato mordiéndote los pies y esas horas de la mañana te dan para encontrar al otro lado a una chica que dice que se ha dejado las llaves de su casa (no de la mía, de la suya) y me dice que necesita dinero para una taxi al centro de Londres (definitivamente no interesada en volver a su casa). Y empiezan las preguntas:
·        De que piso eres? En realidad de un calle que está a 5 minutos. Y de toda la gente que había en su camino, incluidos sus vecinos, me tenía que despertar a mi?
·        Cuando te has dejado las llaves? A la 1.30 de la mañana. Perdón???????? Pero a donde ibas, criaturita, si no hay trenes, no tienes dinero para taxi y los autobuses están llenos de hombres despiadados a esta hora.
·        Quieres que llame a un cerrajero? No, porque ya lo he llamado y me cobran 120 libras. Ah, por supuesto, mucho mejor sablearme a mí el dinero de un taxi que pagar a un cerrajero.
Y hasta ahí, mi obra de buena samaritana. Porque alguien que sale a la 1.30 de su casa, se deja las llaves pero decide caminar en lugar de llamar a sus vecinos y tiene móvil y en lugar de llamar a sus amigos me levanta a mi sin conocerme solo me inspira una frase: ‘Al ladrón!’. Porque para cuando recapitule este sin sentido me di cuenta de que evidentemente no solo tenía sus llaves sino que quería las mías y que no estaba sola bajo la lluvia sino posiblemente acompañada de un maromo mucho mas grande que todos mis novios por separado y juntos.
Así que mirando por la mirilla muy eficazmente, como si saber que me van a tirar la puerta abajo pudiera evitarlo, me cerré con 7 cerrojos, puse mis posesiones a buen recaudo (es decir, coloque al gatito Jones en la caja fuerte porque poco mas iban a encontrar de valor en mi casa), me hice un bicho bola en la cama y a sonar con sistemas de alarmas, detectores de presencia, subscripciones a la asociación del rifle, clases de auto defensa y gases lacrimógenos.
Soy yo la única damisela en apuros?
Lara Jones